¿Cómo aprendemos? – parte 1

Existe la creencia de que el aprendizaje es más efectivo cuando ocurre de manera “natural” por medio del descubrimiento, sin que un enseñante lo dirija. Y es lógico creerlo, pues hay cosas que nacemos con la habilidad de aprenderlas sin que nadie nos las enseñe. Sin embargo, es importante diferenciar entre dos tipos de conocimientos y habilidades (Geary, 2007): los que son biológicamente primarios y se obtienen instintivamente porque el cerebro ha evolucionado para aprenderlos con facilidad y los que son biológicamente secundarios y exclusivamente culturales.

Los primeros incluirían el lenguaje, las habilidades sociales y la resolución de problemas simples y cotidianos, que se aprenden apenas sin esfuerzo y por imitación. Los niños aprenden a hablar en su lengua materna sin que se les enseñe explícitamente, y aprenden lo más básico sobre cómo funciona el mundo que les rodea mediante la exploración.

Nuestro cerebro cuenta con estructuras cognitivas que han evolucionado para ello. Por eso este tipo de aprendizaje no solo no nos cuesta apenas ningún esfuerzo, sino que además lo buscamos. En cambio, los conocimientos y habilidades de tipo cultural no se aprenden de forma tan espontánea, ni mucho menos. De hecho, en general requieren de esfuerzo cognitivo.

Me refiero a las matemáticas, la literatura, la ciencia, la historia, o habilidades como la lectura y la escritura, así como el aprendizaje de otros idiomas. Es decir, el tipo de conocimientos que la escuela siempre ha tenido como objetivo proveer.

Nuestro cerebro apenas lleva unos pocos milenios lidiando con este tipo de conocimientos, por lo que no ha tenido tiempo de desarrollar evolutivamente las estructuras biológicas que lo soporten expresamente; en vez de eso, el cerebro emplea los recursos que tiene para hacerlos posibles. Por suerte, el cerebro tiene la extraordinaria capacidad de adaptar estructuras que no estaban destinadas a realizar una función para conseguir cumplirla si nuestra conducta lo promueve.

Pero esta adaptación no es espontánea y requiere esfuerzo. Los estudios apenas dejan dudas de que el aprendizaje “por descubrimiento” estricto es mucho menos eficaz que el aprendizaje guiado por medio de la enseñanza para este último tipo de conocimientos (Alfieri et al., 2011; Mayer, 2004).

Es importante subrayar, no obstante, que en aprendizajes que requieren de un cambio conceptual, el método de descubrimiento puede ser más efectivo siempre y cuando esté pautado y guiado por el enseñante, lo que se denomina “descubrimiento guiado”. Este método se enmarcaría dentro de los métodos de instrucción directa precisamente por el papel crucial que juega el enseñante en él.

Artículo elaborado por Héctor Ruiz Martín, Director de la International Science Teaching Foundation, para su perfil de twitter: https://twitter.com/hruizmartin

Referencias: Geary, D. C. (2007). Educating the evolved mind: Conceptual Foundations for an Evolutionary Educational Psychology. In Carlson, J., & Levin, J. R. (Eds.). Educating the evolved mind, 1-99. Charlotte: Information Age Publishing.

Alfieri, L., Brooks, P. J., Aldrich, N. J., & Tenenbaum, H. R. (2011). Does discovery-based instruction enhance learning?. Journal of educational psychology, 103(1), 1.

Mayer, R. E. (2004). Should there be a three-strikes rule against pure discovery learning? The case for guided methods of instruction. American Psychologist, 59, 14–19.

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